13 de agosto de 2017

400 años de la plaza Mayor de Madrid. Y II

En la primera entrada sobre la plaza Mayor de Madrid nos enteramos de cómo nació uno de los lugares más conocidos de la ciudad y de su evolución en los últimos 400 años.

Ahora echaremos un vistazo a lo que ha ocurrido en su interior en este tiempo.

En la Biblioteca Nacional encontramos el número 34 del Semanario Pintoresco Español, publicado el 21 de agosto de 1853.

En sus páginas el cronista de la villa de Madrid Ramón de Mesonero Romanos, además de una breve historia de la plaza, nos ofrece también una relación de algunos hechos destacables de los muchos acaecidos en el lugar.

Y así nos enteramos de que el 15 de mayo de 1620 la plaza acogió parte de las celebraciones de beatificación del que más tarde sería San Isidro Labrador, patrón de Madrid, y, posteriormente, ya en 1622, su santificación junto con las de Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y Felipe Neri.

En ambas celebraciones Lope de Vega desempeñó un papel fundamental. En la primera fue secretario de un certamen poético y en la segunda se representaron dos comedias de su autoría.


Otros hechos relacionados con la Iglesia Católica, aunque más tristes, fueron los autos de fe de la Santa Inquisición, dos en 1624, otro en 1632 y otro en 1680. En los dos primeros uno de los reos fue condenado a morir en la hoguera en la Puerta de Alcalá y al otro se le aplicó el garrote vil y su cuerpo fue posteriormente también incinerado. En el segundo se juzgó a 33 personas por herejía y en el siguiente veintiún reos ardieron en una hoguera situada en la Puerta de Fuencarral.

1680. Auto de fe con la asistencia de Carlos II. (Francisco Rizi) (Wikicommons)

Pero Mesonero Romanos enumera también actos más felices acaecidos en la plaza.

El primero, ocurrido el 2 de mayo de 1621, fue el levantamiento de pendones (es decir, el reconocimiento por parte del pueblo del nuevo rey y el sometimiento a su gobierno) a favor de Felipe IV, sucesor de Felipe III.

Dos años después tuvo lugar un festival taurino y de cañas (justas a caballo de origen árabe) para celebrar la visita del príncipe de Gales con motivo de su petición de mano hacia la infanta María, hermana de Felipe IV.

En 1629 esta misma infanta (cuya petición de mano por parte del príncipe de Gales no cuajó) contrajo matrimonio con el rey de Hungría. Antes de partir hacia Alemania para celebrar el casamiento asistió a los festejos que en su honor se desarrollaron en la plaza Mayor.

El bajo ánimo de la España de Carlos II (sucesor de Felipe IV) se reflejó también en este lugar, que dejó de ser escenario de celebraciones, aunque se puede destacar una, la fiesta taurina en 1679 con motivo de la boda del propio Carlos II con María Luisa de Orleans.

Perspectiva de la plaza Mayor en el siglo XVII. (Anónimo) (BNE)

La muerte del citado monarca dio inicio en 1700 al reinado de Felipe V, el primero de los borbones en el trono español. Los actos públicos en la plaza disminuyeron todavía más; por un lado a causa del interés del nuevo rey en romper con las tradiciones de la Casa de Austria y, por otro, porque, al no haber sido bien visto su nombramiento por una parte de la realeza europea, comenzó la llamada Guerra de Sucesión, que se prolongó desde 1701 hasta 1714. Felipe V dio prioridad en el presupuesto a la guerra sobre los festejos, prohibiendo alguno de ellos y empleando esos fondos en impulsar la maquinaria bélica.

Pero con el tiempo hubo otras ocasiones especiales en que la plaza recobró su antiguo protagonismo, como la coronación de Fernando VI en 1746, la entrada en Madrid de Carlos III en 1760, la boda en Barcelona del futuro Fernando VII (entonces príncipe de Asturias) con Antonia de Nápoles en 1802,  la coronación de su hija Isabel II en 1833 o la boda de esta en 1846 con el duque de Cádiz, que se celebró junto con la de la infanta Luisa Fernanda y el duque de Montpensier.

Entrada en Madrid de Carlos III. (Lorenzo de Quirós) (memoriademadrid.es)

Volviendo a los hechos tristes, en 1621 la vida de don Rodrigo Calderón, valido del Duque de Lerma, a su vez valido de Felipe III y, según parece, uno de los mayores corruptos de la historia de España, llegó a su fin en la plaza.

Enemigos poderosos y la relación con el duque de Lerma propiciaron su degollamiento frente a la Casa de la Carnicería (cada tipo de pena de muerte tenía su escenario propio en la plaza), mientras que el de Lerma se salvaba de la quema haciéndose nombrar cardenal y, por tanto, intocable. Como vemos, el concepto de aforamiento para escapar de la justicia es algo muy arraigado en la tradición de nuestro país.

Más ajusticiamientos destacables se produjeron en 1648, cuando Pedro de Silva y Carlos Padilla fueron también degollados por haber sido encontrados culpables de conspiración contra Felipe IV en lo que se conoce como la Conspiración de Aragón, urdida por el duque de Híjar, que no fue condenado a muerte, pero sí a prisión perpetua.

Unos años antes, concretamente en 1631 y poco después del incendio que tanto daño hizo a la plaza y a sus vecinos, se celebró un espectáculo en honor de Santa Ana que contó con una multitudinaria asistencia (Mesonero Romanos habla de más de cincuenta mil personas). Una falsa alarma de fuego unida a la psicosis por el reciente siniestro provocó una estampida humana que se saldó con multitud de muertos y heridos, y solo la orden del rey (presente en los actos) de continuar con el espectáculo consiguió sosegar a la multitud.

La Guerra de la Independencia también dejó su huella en el recinto, que se convirtió en escenario de un espontáneo combate entre la muchedumbre madrileña proveniente de los alrededores y soldados franceses que acudían a incorporarse a sus regimientos. Posteriormente fue lugar de homenaje al duque de Wellington, comandante de las fuerzas inglesas que combatieron junto con las portuguesas y españolas a los franceses.

Plaza Mayor hacia 1924. (BNE)
Ya vimos en la anterior entrada que, a raíz del incendio de 1790 y durante los siguientes 64 años, las reformas hicieron de la plaza Mayor un sitio completamente distinto. Se renovó el empedrado, los edificios circundantes vieron reducida su altura, se nivelo el suelo y se estableció una zona central con bancos y faroles rodeada de un paso abierto al tráfico por el que poco después comenzarían a circular los tranvías y autobuses. Así la plaza Mayor dejó de ser un centro social para convertirse casi en una calle más de Madrid.

Pero la siguiente reforma a mediados del siglo XX dejó de nuevo la plaza vacía de vegetación y le restituyó su carácter peatonal, volviendo a ella los conciertos, espectáculos teatrales, mercadillos, misas y otras celebraciones a la vez que continuaban los recorridos turísticos y momentos de descanso en las terrazas de los bares que abarrotan sus soportales. No obstante, las coronaciones y corridas de toros encontraron mejores escenarios, salvo en 2012, cuando se celebró una multitudinaria reunión de aficionados y jóvenes aspirantes a torero que realizaron una exhibición de toreo de salón como apoyo a este polémico espectáculo.

También ha continuado la relación entre la plaza que nos ocupa y la nobleza, aunque de una forma más distendida. Con menos pompa y boato, otro príncipe de Gales, en este caso el príncipe Carlos, hijo de la actual monarca inglesa Isabel II, paseó por la plaza Mayor en el recorrido turístico que realizó con ocasión de su visita a España en 2011.

Bill Gates, el informático-empresario reconvertido en filántropo fue otro personaje que pisó la plaza Mayor. En 2012 mantuvo una breve reunión con voluntarios de diversas ONG con las que su propia fundación colabora.

Los músicos David Bowie y Peter Frampton fueron otras celebridades que, en 1987, visitaron la plaza, además de otras zonas del centro de Madrid. Es curioso ver en el vídeo del paseo cómo la gente aborda a Bowie en busca de autógrafos, mientras que el conocido guitarrista es ignorado.

Sería interminable la relación de hechos esporádicos de los que la plaza Mayor ha sido testigo, desde
Preparando el próximo espectáculo en la Plaza Mayor
el reparto de productos del campo por parte de agricultores y ganaderos como protesta a los bajos precios hasta la histórica manifestación de guardias civiles reclamando una modernización del Cuerpo, el concierto en homenaje a las víctimas del 11-M que ofreció el director argentino Daniel Barenboim o la asamblea celebrada por los "Indignados" tras su estancia reivindicativa en la Puerta del Sol en mayo de 2011. Además de otras celebraciones que, con el tiempo, han ido convirtiéndose en tradición, como la típica tamborrada de la Semana Santa aragonesa que ya ha pasado a formar parte también de la Semana Santa madrileña, la multitudinaria clase de yoga que en 2016 cumplió su cuarta edición, el concierto veraniego que casi todos los años ofrece el antes citado Daniel Barenboim, paellas, roscones de reyes, degustaciones de jamón ibérico o asados argentinos populares... Raro es el miércoles o jueves que en la plaza Mayor no se comienzan a alzar todo tipo de instalaciones para albergar actos a celebrar durante el fin de semana.

2004. Alan Parsons en la plaza Mayor. (Youtube. Cal Vid)

Pero si hay dos actividades inherentes al lugar y que recuperan en él ese carácter comercial con el que nació son el mercadillo filatélico y numismático, que se celebra las mañanas de cada domingo y festivo, y el navideño, que desde finales de noviembre llena la plaza de puestos de venta con figuras y accesorios para belenes, elementos decorativos, disfraces, juguetes, artículos de broma, etc.

El filatélico y numismático comenzó a celebrarse en 1927 de forma espontánea, cuando un grupo de coleccionistas que se reunían en la plaza de España establecieron este lugar como nuevo "centro de operaciones". El auge fue tal que en 1959 se hizo obligatoria la solicitud de un permiso para ejercer la actividad en la plaza Mayor y, desde entonces, cada comerciante tiene su puesto fijo asignado bajo los soportales, al abrigo de la lluvia y del insoportable sol veraniego madrileño.

También alrededor de la plaza encontramos tiendas dedicadas al intercambio de monedas y sellos, que, junto con los bares, restaurantes, tiendas de recuerdos y algún que otro comercio tradicional, pueblan los bajos de los edificios.

Entre estos comercios tradicionales encontramos dos sombrererías, Casa Yustas y La Favorita, que vienen desarrollando su actividad desde finales del siglo XIX y por las que han pasado personajes conocidos e incluso históricos como el "Che" Guevara, que compró en la segunda esa boina con la que siempre se le representa.

En cuanto al mercadillo navideño, ese abarrotado mercadillo donde el abuelo que interpretaba el gran Pepe Isbert en La Gran Familia perdió al pequeño Chencho, sus orígenes datan del siglo XVII, cuando en la vecina plaza de Santa Cruz se comercializaban artículos propios de estas fechas, como los dulces y los pavos.

A mediados del siglo XIX se reguló esta venta y se estipuló que en la plaza Mayor se comerciase con los comestibles y en Santa Cruz se establecieran los vendedores de zambombas, figuritas de belén, artículos de broma y juguetes. Y así, hacia 1860 los toldos volvieron a poblar la plaza Mayor como sucediera siglos atrás con los primeros vendedores.

Siglo XX, años 60. Navidad en la plaza Mayor y Chencho perdido (Yo fui a EGB oficial)

En 1944 se unificaron los mercadillos de ambas plazas y pasaron todos a la Mayor a la vez que se prohibía la venta de comestibles.

Los toldos dieron paso a los puestos en los años 50 del siglo XX y, a partir de los 80, los puestos se sustituyeron por casetas que, ya en nuestro siglo han ido adoptando nuevas formas y colores más acordes a los gustos actuales.

En 2009 una polémica orden municipal desterró los artículos de broma a las aledañas plazas de Santa Cruz y La Provincia con la excusa de que el mercadillo estaba perdiendo su carácter tradicional. En 2015 hubo una nueva reunificación y, a día de hoy, las tres plazas más la de Benavente cuentan con su parte de mercadillo navideño además de haberse añadido un típico tiovivo en la plaza Mayor.

Otro elemento que no podía faltar en la época navideña era el enorme nacimiento instalado cada año por el Ayuntamiento en los soportales de la Casa de la Carnicería y ante el que desfilaban infinidad de madrileños y turistas al ser visible desde el exterior, sin necesidad de acceder a ningún edificio.

En 2016 el nacimiento fue trasladado a la sede del Ayuntamiento, al parecer debido a las obras de construcción del nuevo hotel en la Casa de la Carnicería unidas a las celebraciones del IV centenario de la plaza Mayor más el mercadillo navideño, lo que parece ser que hacía difícil su instalación y visita en su lugar de siempre.

Y, como no podía ser de otra forma en un sitio tan lleno de vida como la plaza Mayor, la Navidad no solo consiste en belenes y compras, también el entorno acoge a un número cada vez mayor de jóvenes que han convertido en tradición reunirse en la zona para celebrar el comienzo de las vacaciones.

Aunque no solo en esta época los jóvenes invaden la plaza. La fauna juvenil ha poblado desde siempre el lugar en busca de diversión y comida barata. Esos famosos bocadillos de calamares servidos a través de pequeñas ventanas directamente a la calle, compuestos por un pan que se antojaba de goma, con una masa de harina frita cubriendo algo con sabor a pescado que el camarero de turno embutía en el pan a medio cortar con la misma mano enharinada con la que cobraba y daba el cambio, seguramente estén en la memoria de muchos madrileños que rondan hoy la cincuentena.

Actualmente continúa esa tradición del bocadillo de calamares y la caña de cerveza, pero orientada (aunque esto es una apreciación propia) más al visitante ocasional que al madrileño habitual de la zona.

Sin embargo la oferta gastronómica no se limita al recinto de la plaza y a los calamares, sino que se extiende por las calles aledañas con todo tipo de platos, especialmente por la Cava de San Miguel y su continuación, la calle de Cuchilleros, abarrotadas de mesones, alguno tan emblemático como Las Cuevas de Luis Candelas (llamado así por ser un lugar habitual del célebre bandolero madrileño) o Casa Botín, el restaurante más antiguo del mundo según el Libro Guiness de los Records y por donde pasaron Francisco de Goya o Benito Pérez Galdós.

Paralelamente a las actividades festivas y fines de semana de juerga, la plaza Mayor es también triste refugio de indigentes que buscan el poco abrigo que ofrecen sus soportales para no dormir completamente a la intemperie. Tanto inmigrantes como españoles a los que la fortuna ha dado la espalda instalan sus improvisadas camas a lo largo de las fachadas de las casas de la Panadería y la Carnicería para pasar la noche, levantando los improvisados "campamentos" a primera hora de la mañana. La misma situación se repite en la contigua plaza de Santa Cruz y la calle Gerona, que une ambas plazas, lugares que también cuentan con soportales.

Y, por parar en algún momento, lo vamos a dejar ya, porque, aunque larga, esta entrada se queda corta para dar cuenta de todos los sucesos destacables acaecidos en la plaza Mayor de Madrid.

Ocupado a primera hora de la mañana por los camiones de reparto, los turistas madrugadores y los indigentes habituales, abarrotado el fin de semana por gente en busca de diversión, cubierto de sillas enfrentadas a un enorme escenario o poblado de casetas de venta, este lugar ha sido siempre, como decíamos al principio de la anterior entrada, reflejo de la vida madrileña y, seguramente, lo seguirá siendo mientras la ciudad exista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario